viernes, noviembre 24, 2006

Noche?

Estaba pensando... Si tuviera que elegir, hoy en día, con que quedarme, si con la noche o con el día, elegiría la noche, definitivamente.
No por el hecho de "la fiesta", nada tan banal.
No, pero si por el hecho de que en la noche, todo cambia. Todo lo vemos y lo sentimos diferente, con más fuerza.
Por que será esto?
Acaso es el día, con su luz y sus colores, lo que opaca las cosas que la noche resalta sin distraernos?
Nadie me puede negar que un beso es mejor bajo la penumbra que en pleno día, que el miedo es mas intenso en la oscuridad, que una sonrisa parece brillar más bajo la luz de un farol...

Y es por esto que me quedo con la noche.

miércoles, noviembre 15, 2006

Creamfields

Solo puedo decir que fue la mejor fiesta a la que fui en toda mi vida...

Todavia estoy tratando de entender.

Quizas lo logre en en 2007.

Bon apetit.

domingo, noviembre 05, 2006

Incidente numérico

El coche numero 21, de la línea 71, que partió de Villa Adelina a las 08:03 de la mañana de aquel Miércoles de Julio, chocó con el coche numero 71 de la línea 21 (a Vicente López) que partió de Liniers a las 7:40 de aquella mañana, en el cruce de Vedia y Cabildo.

Afortunadamente no hubo muertos ni heridos graves. Una señora perdió su prótesis dental, un estudiante de arquitectura perdió su maqueta y una pareja joven perdió su inocencia.

Si bien el incidente no tuvo mucha repercusión en los medios, llamó la atención de innumerables numerólogos que, cada dos por tres se preocupan de investigar esta clase de eventos.

Creyendo de suma importancia no restarle valor científico al asunto, formaron un equipo que pronto se multiplicó. Las diferencias de ego entre los fulanos lograron finalmente dividir este grupo en dos mitades iguales.

El problema entre los numerólogos es que son personas extremadamente obsesivas y paranoicas. Si a alguno le toca un boleto capicúa, y al analizarlo, obtiene un resultado poco claro, es capaz de no volver a viajar en colectivo, al menos durante dos quincenas y un trimestre. Y ni hablar de lo tortuoso que les resulta tener una cita…

Ahora bien, ambos equipos trabajaron arduamente en busca de una explicación lógica del suceso de los colectivos. Pero fue una tarea extenuante. Cada vez que creían haber llegado a buen puerto, se desanimaban con algún pequeño detalle pasado por alto que lo cambiaba todo.

Finalmente, ambos equipos coincidieron en que el autor estaba tomándoles el pelo.

Creo que no les agradó demasiado el asunto.

jueves, noviembre 02, 2006

Suciedad contemporanea

Algo horrible me sucedió hoy. Resulta que me tome el subte (línea C, para más datos) a las 18:30, para ir a la facultad. Como es natural, estaba lleno a tal punto que tuve que hacer fuerza para poder entrar en el vagón. El calor era sofocante. Afortunadamente solo hice dos estaciones y me baje en Constitución.
Cuando estaba subiendo las escaleras hacia la tan ansiada superficie, escuche un ruido que venia de atrás y una voz que decía "perdóneme". Giro mi cabeza y veo a un hombre de unos 50 años, de contextura gruesa, que iba cayéndose lentamente contra un pibe, y como si no pudiera mantenerse en pie continuaba con su "perdóneme". El pibe, que debía entender menos que yo, lo miraba y seguía caminando, o al menos intentaba hacerlo. El hombre grande se aferraba con sus manos al suelo, pero, como si estuviera borracho o perdiendo la conciencia de a poco, seguía cayendo, lentamente, casi arrastrándose por la escalera. El espectáculo (si es que a eso puede llamársele espectáculo) era dantesco.
Pero lo peor de todo no termina allí. La gente (tampoco era demasiada) que también estaba subiendo las escaleras, pasaba mirándolo, pero sin detener la marcha. Un par, entre los que me encontraba yo, nos frenamos en seco, viendo la situación, pero sin atinar a movernos.
No se exactamente que me sucedía, yo quería ir a ayudarlo, pero algo me lo impedía, rápidamente buscaba en mi cabeza esa traba y solo me encontraba con excusas como mi llegada tarde a la facultad. El asunto es que me quede ahí, parado, sin hacer nada salvo observar, mientras el pobre hombre, probablemente bajo de presión debido al calor, se derretía por las escaleras.
Finalmente la gente estacionada volvió a subir, y yo las seguí, como queriendo escapar de esa triste realidad que acababa de vivir. En la superficie, mientras caminaba las cuadras que me separaban de la facultad, me sentí sucio, asquerosamente sucio. Todo manchado de indiferencia y egoísmo.
No pude evitar pensar lo mal que estamos como sociedad, pero como siempre, llegue a la facultad, me encontré de nuevo con MI realidad habitual y todo se esfumo en el aire.

No obstante, me quedo un sabor amargo en la boca que probablemente tarde en irse.