El coche numero 21, de la línea 71, que partió de Villa Adelina a las 08:03 de la mañana de aquel Miércoles de Julio, chocó con el coche numero 71 de la línea 21 (a Vicente López) que partió de Liniers a las 7:40 de aquella mañana, en el cruce de Vedia y Cabildo.
Afortunadamente no hubo muertos ni heridos graves. Una señora perdió su prótesis dental, un estudiante de arquitectura perdió su maqueta y una pareja joven perdió su inocencia.
Si bien el incidente no tuvo mucha repercusión en los medios, llamó la atención de innumerables numerólogos que, cada dos por tres se preocupan de investigar esta clase de eventos.
Creyendo de suma importancia no restarle valor científico al asunto, formaron un equipo que pronto se multiplicó. Las diferencias de ego entre los fulanos lograron finalmente dividir este grupo en dos mitades iguales.
El problema entre los numerólogos es que son personas extremadamente obsesivas y paranoicas. Si a alguno le toca un boleto capicúa, y al analizarlo, obtiene un resultado poco claro, es capaz de no volver a viajar en colectivo, al menos durante dos quincenas y un trimestre. Y ni hablar de lo tortuoso que les resulta tener una cita…
Ahora bien, ambos equipos trabajaron arduamente en busca de una explicación lógica del suceso de los colectivos. Pero fue una tarea extenuante. Cada vez que creían haber llegado a buen puerto, se desanimaban con algún pequeño detalle pasado por alto que lo cambiaba todo.
Finalmente, ambos equipos coincidieron en que el autor estaba tomándoles el pelo.
Creo que no les agradó demasiado el asunto.